Por Antonio Heras
El affaire del general Aponte Polito en Baja California es un asunto que dejó varios heridos de guerra, orgullo y orfandad, sobre todo en un sector de oficiantes de Tijuana.
Entre corrillos les llaman "las viudas de Aponte Polito".Escondidos entre los rincones buscan "hacer roncha" sobre análisis impolutos de la realidad bajacaliforniana aunque ubicados -eso sí- desde los propios sótanos del poder.
Se olvidaron de analizar hechos y en el anonimato lanzan sus dardos cargados de estulticia ante el llorado y recordado general que se perdió en su laberinto.
Por ley, Aponte Polito estaba obligado a presentar denuncia formal ante la agencia del Ministerio Público para señalar la infiltración del crimen organizado en corporaciones policiales y funcionarios públicos de la administración panista.
Así establece la ley para todos aquellos servidores públicos que pertenecen al gobierno federal, a través de alguna secretaría, empresa paraestatal u organismo descentralizado, así se trate de la Secretaría de la Defensa Nacional.
La SEDENA forma parte del gobierno federal, no es un poder de facto, al menos así lo establece la legislación mexicana.Si el general no se hubiera extraviado entre los efluvios del agua de centeno y la soberbia, hubiera puesto en brete al gobierno de José Guadalupe Osuna Millán al asentar ante el Ministerio Público una denuncia de hechos con nombres y apellidos, situaciones y circunstancias, tal y como lo hizo ante los medios de comunicación.
De haberlo hecho, sus viudas no llorarían su soledad porque todavía estaríamos viendo los juicios contra altos funcionarios, sobre todo de la Procuraduría General de Justicia del Estado, de gobiernos municipales, principalmente Tijuana, Mexicali y Ensenada.
El general era el jefe militar de la región noroeste mexicano, aunque nunca se paró en Sonora ni en Baja California Sur donde el crimen organizado se encuentra más vigente que nunca.Aunque se comportaba como jefe político y pensó en domeñar la ley para hacerla a su modo.
Ahora, lloran que lloranEso sí, también añoran su generosidad.
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